Otra forma de debatir
Como se suele decir vulgarmente, la ocasión la pintaban calva. Primer debate -el más importante según los expertos en comunicación política- entre Barack Obama y Mitt Romney de las elecciones presidenciales más ajustadas de las últimas décadas. El momento culminante de la democracia mundial. Razones de peso para trasnochar y estrenarme como espectador en directo de los debates estadounidenses.
El debate no decepcionó. Al menos en las formas. Seriedad con momentos de distensión, respeto entre los candidatos, largas exposiciones de argumentos y una gran fluidez en el formato, hasta el punto de parecer más una discusión entre dos personas con distintos puntos de vista que un debate entre dos adversarios políticos con la finalidad de conseguir el voto de los estadounidenses para el próximo 6 de noviembre.
Vayamos por partes. Un debate presidencial se caracteriza especialmente por la sobriedad de los candidatos. Esto no quiere decir que los candidatos deban ser aburridos. Todo lo contrario. Por ello, tanto Obama como Romney se esforzaron en incorporar varios momentos de distensión entre las largas argumentaciones plagadas de cifras y datos. En este sentido, el presidente se mostró más proclive a estos puntos más informales. Ya en la primera pregunta del debate, sobre la creación de empleo, Obama aprovechó los treinta primeros segundos de su intervención para felicitar a su esposa Michelle por el vigésimo aniversario de boda. A Romney no le quedó más remedio que felicitar al matrimonio Obama, aunque con un cierto tono sarcástico: «Supongo que participar en un debate presidencial no es la forma ideal de celebrar un aniversario de boda». Más adelante, Obama, con su característica sonrisa, pidió al moderador cinco segundos más para completar su argumentación. Cinco segundos que finalmente se convirtieron en treinta.
Durante los noventa minutos del debate no hubo ninguna desconsideración personal. Ni siquiera Obama utilizó la metedura de pata de Romney en un vídeo que salió a la luz hace dos semanas en el que afirmaba que el 47% de los estadounidenses viven del Estado. Este ‘olvido’ causó el asombro de los expertos en comunicación política y las críticas de numerosos ciudadanos hacia el presidente. También cabe destacar la mínima intromisión del moderador en el debate. Su única misión fue la de introducir los temas de debate, plantear cuestiones y controlar los tiempos de cada bloque. Apenas tuvo que intervenir para pedir a los candidatos que no hablasen a la vez. Obama y Romney ya cumplían por sí mismos con este principio básico de cualquier debate.
Pero lo que más diferencia a los debates políticos son los argumentos utilizados por los participantes. Y los utilizados ayer por Romney y Obama estuvieron plagados de cifras y datos, superando en varias ocasiones la información y los números capaces de asimilar por el ciudadano medio. Pero es de agradecer este afán de los candidatos por exponer sus políticas económica, financiera, impositiva y sanitaria de manera prolífica y basadas en argumentos tan objetivos y racionales como son las matemáticas y las estadísticas. Ningún candidato tuvo que recurrir a gráficos y tablas -desconozco si están prohibidos por el comité organizador de los debates presidenciales- como sucede habitualmente en otros países. Personalmente, cada vez que veo a un político utilizar un gráfico o una tabla, tengo la impresión de que está infravalorando la capacidad intelectual de los espectadores y ciudadanos.
Todo esto dotó al primer debate presidencial entre Barack Obama y Mitt Romney de una fluidez muy positiva para el formato televisivo. Y lo que es más importante, la sensación de que los candidatos demócrata y republicano saben rebatir posiciones contrarias con argumentos y cifras, sin caer en desconsideraciones personales o partidistas y, lo que es más importante, sin tomar por tontos a los ciudadanos.
Written by jescuderoma
4 de octubre de 2012 a 18:16
Publicado en Política
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